Squishes, asíntotas y el placer de habitar zonas limítrofes.

Vengo de días reflexionando, trato de organizar mi cabeza para intentar comprender cómo puede una identificarse,  si una relación es no romántica y no sexual. Si no tienes que pedir nada porque te sientes cuidada y además conoces muy bien los límites. Aunque a veces sientas, en el fondo, un poco… Como que nada existe. ¿Quién coño sabe qué es un squish? Pues eso. Habitas en zonas limítrofes donde no queda nada demasiado claro. Bailas con algunos deseos que nunca se cumplirán. Pero lo sabes, aquí nadie engaña a nadie: la verdad sobre la mesa, no tenemos mierdas bajo la alfombra.

Me estoy haciendo experta en gestionar asíntotas, en convivir con deseos que se que jamás se materializarán. Le he dado la vuelta al muñeco de trapo y ya no me da miedo, puedo nadar en la zona abisal y no necesito más luz que la de algún angler fish que se me cruza por el camino. He aprendido a no necesitar hacer la fotosíntesis en días lluviosos. Y no se está mal. No necesito hacer realidad todos mis deseos, no quiero ser como la niña caprichosa de la Fábrica de Chocolate: que tan legítimo es pedir como necesario ubicar nuestro lugar de enunciamiento.

Deconstruirse y transformarse también es pasar por esto y dotarlo de disfrute, de goce y de alegría. Puede que este proceso empezara con resignación, pero hoy me siento bien jugando a legos en la fábrica de producción de deseos que Deleuze inventó para mí. Puede que sea un caso extraño, puede que mañana me rompa. Si es así me oireis gritar. De momento, sigo haciéndome experta en disfrutar de mis asíntotas. Hoy hay timón en la deriva.

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